Una de las características sobresalientes del laboratorio de unidad que constituye la ciudadela, es su apertura al diálogo a 360º. Además de la inter-culturalidad propia de sus habitantes, en la Mariápolis encuentran un espacio privilegiado las actividades ecuménicas, el diálogo con personas de distintas religiones, como también de convicciones no religiosas. En efecto, casi como prueba de esta apertura, junto al gran salón comunitario crece el olivo en torno al cual todos los años se celebra la “Jornada de la Paz” con miembros de la comunidad judía; muy cerca están las cinco palmeras, plantadas por miembros de la comunidad islámica, y más allá la vid que representa a la distintas iglesias y comunidades cristianas.