Maria Voce en la ONU: Inventar la Paz

 
Intervención de la Presidente de los Focolares Maria Voce en las Naciones Unidas en el “Debate temático de alto nivel Promover la tolerancia y la reconciliación”

Arriesgar la propia vida para aliviar los sufrimientos de los pobres: Maria Voce 20150422OnuMariaVoce2comienza narrando la fase final de la Segunda Guerra Mundial, cuando en Trento, en 1943 «un grupo de chicas se reúne en la pequeña ciudad de Trento, en Italia septentrional. En medio de las bombas esas chicas, guiadas por una profesora muy joven, Chiara Lubich, animadas por una renovada comprensión de la radicalidad del amor evangélico, deciden arriesgar la propia vida».

Un gesto repetido por muchos hoy todavía, que lleva a la regeneración del tejido social: Maria Voce recuerda los campos de prófugos en Líbano, Siria, Jordania, Irak, y las periferias degradadas de las megalópolis, y la fuerza de cuantos introducen «en el circuito destructivo del conflicto el empeño por la regeneración del tejido social, cumpliendo – para usar el lenguaje de esta organización – una acción de peace-building».

Aquellas chicas, afirma, «decidieron romper el círculo vicioso de la violencia, respondiendo con gestos y acciones que en el clima del conflicto habrían podido parecer veleidosas o incluso irrelevantes. ¡No fue así, no es así! ».

«También hoy estamos, quizás, en una situación de gravísima disgregación política, institucional, económica, social, que exige respuestas igualmente radicales, capaces de cambiar el paradigma prevaleciente. El conflicto y la violencia parecen, de hecho, dominar amplias áreas del planeta, involucrando a personas inocentes, cuya culpa es solamente la de encontrarse en un territorio disputado, pertenecer a una determinada etnia o profesar una determinada religión».

El encuentro entre culturas crea una nueva identidad: 20150422OnuPubblico«En el Movimiento de los Focolares, al que tengo el honor de representar -explica Maria Voce- el encuentro entre culturas y religiones (Cristianismo, Islam, Hebraísmo, Budismo, Hinduismo, religiones tradicionales) es una experiencia continua y fecunda, que no se limita a la tolerancia o al simple reconocimiento de la diversidad, que va más allá incluso de la fundamental reconciliación y crea, por decir así, una nueva identidad, más amplia, común y compartida. Es un diálogo eficaz, que involucra a personas de las más variadas convicciones, incluso no religiosas, e impulsa a mirar a las necesidades concretas, a responder juntas a los desafíos más difíciles en el campo social, económico, cultural, político en el compromiso por una humanidad más unida y más solidaria. Ello sucede en contextos que han sido afectados o están caracterizados todavía por gravísimas crisis, como en Argelia, Siria, Irak, Líbano, República Democrática del Congo, Nigeria, Filipinas».

Descarta las medias medidas, la Presidente de los Focolares: «Si existe un extremismo de la violencia -afirma- se responde a éste (…) con igual radicalidad, pero de un modo estructuralmente distinto, es decir ¡con el «extremismo del diálogo»! Un diálogo que requiere el máximo del empeño, que es arriesgado, exigente, desafiante, que apunta a cortar las raíces de la incomprensión, del miedo, del resentimiento».

Civilización de la alianza: recordando la iniciativa de la «Alianza de las Civilizaciones», entre los promotores del evento, Maria Voce se pregunta « si hoy no se puede ir aún más a la raíz de esta nueva prospectiva, apuntando no sólo a una alianza de las civilizaciones, sino a la que podríamos llamar la “civilización de la alianza”; una civilización universal que hace que los pueblos se consideren parte del gran acontecimiento, plural y fascinante, del camino de la humanidad hacia la unidad. Una civilización que hace del diálogo el camino para reconocerse libres, iguales, hermanos».

Entre las muchas organizaciones representadas, recuerda la ONG New Humanity, que representa el Movimiento de los Focolares en la ONU. Y sobre ésta última se interroga:

«: ¿La ONU no debería quizás volver a pensar enChiaraOnu1997bis su propia vocación, a reformular su propia misión fundamental? ¿Qué quiere decir, hoy, ser la organización de las “Naciones Unidas”, si no una institución que trabaja verdaderamente para la unidad de las naciones, en el respeto de sus riquísimas identidades? Ciertamente es fundamental trabajar por el mantenimiento de la seguridad internacional, pero la seguridad, aunque es indispensable, no necesariamente equivale a la paz.

La guerra es la irreligión: « No debemos pues ceder terreno a quien intenta representar muchos de los conflictos en acto como “guerras de religión”. La guerra es, por definición, la irreligión. El militarismo, la hegemonía económica, la intolerancia a todos los niveles son causas de conflicto juntamente a muchos otros factores sociales y culturales, de los que la religión constituye a menudo sólo un trágico pretexto. Aquello a lo que estamos asistiendo en muchas áreas del planeta, desde Oriente Medio a África, tiene muy poco que ver con la religión y por el contrario, tiene mucho que ver con las frecuentes recetas del dominio de oligarquías y de la prevalencia de estructuras marcadas por la cultura bélica. Desde todo punto de vista, en estos casos se debería hablar no tanto de guerras de religión sino, más concretamente, realmente y prosaicamente, de religión de la guerra».Los conflictos internos e internacionales, las profundas divisiones que registramos a escala mundial, junto a las grandes injusticias locales y planetarias, exigen de hecho una verdadera conversión en los hechos y en las elecciones de la governance global, que realice el lema acuñado por Chiara Lubich y lanzado en este lugar en 1997[1], “amar la patria de los demás como la propia”, hasta la edificación de la fraternidad universal».

¿Qué hacer entonces? Citando a Chiara Lubich, desafía a tener el valor de “inventar la paz”: « Son muchas las señales, para que de la grave coyuntura internacional pueda emerger finalmente una nueva conciencia de la necesidad de obrar juntos para el bien común (…) con el valor de “inventar la paz”. Ha terminado el tiempo de las “guerras santas”. La guerra nunca es santa, y nunca lo ha sido. Dios no la quiere. Sólo la paz es verdaderamente santa, porque Dios mismo es la paz »

Concluye con la apelación a la regla de oro, que conduce a la inspiración fundamental que acomuna las religiones, para que sean «no un instrumento utilizado por otros poderes, aunque sea con fines nobilísimos, no una fórmula estudiada sobre el escritorio para resolver los conflictos o las crisis, sino un proceso espiritual que se encarna y se hace comunidad abierta a compartir todo lo humano, incluyendo todo el sufrimiento que esto conlleva, y a darle un alma».

Texto integral

New York – Sede dell’ONU, 22 aprile 2015
Dibattito tematico ad alto livello Promuovere la tolleranza e la riconciliazione
[1] C. Lubich en el Simposio “Hacia la unidad de las Naciones y la unidad de los pueblos”, Naciones Unidas, 28/05/1997