El amor recíproco, tesoro de la familia

 
Se está desarrollando por estos días la Escuela Loreto (para 10 familias provenientes de distintos países).

Como ya se ha vuelto tradición en Mariápolis, desde comienzos de año, y por todo el mes de enero, en la ciudadela se ha dado cita un hermoso grupo de familias que se han incorporado a tiempo pleno, sumergiéndose en su estilo de vida y actividades, como ciudadanos con todas las de la ley. En esta oportunidad, gracias a la posibilidad de contar con casas puestas a disposición por quienes han salido de vacaciones, están participando de esta experiencia una decena de matrimonios originarios de Perú, Bolivia, Paraguay, Uruguay y Argentina, con sus respectivos hijos. Con las correrías de los chicos, el paso de las parejas, las tareas, los juegos, los encuentros, las distintas edades y procedencias, ciertamente no pasa desapercibida su presencia, dándole su gozoso toque de familia a los tres barrios de Mariápolis.

El objetivo que las convoca es el de hacer juntos una experiencia de fraternidad comenzando por el propio hogar, entre los esposos, con los hijos, con las otras familias y con el resto de los “mariapolitas”. Una verdadera escuela de vida, con reflexiones, puestas en común y, sobre todo, puesta en práctica, enfocada desde “el amor recíproco, tesoro de la familia”, que ha de dar el tono a todo este período.

Por experiencia comunitaria, que se ha dado en llamar “Escuela Loreto”, en recuerdo de casita de la familia de Nazaret, ya han ido pasando más de un centenar de familias. Sugestivamente, son familias de estos “exalumnos” las que la sostienen año a año, haciéndose cargo de distintos aspectos de su desarrollo, como una forma de seguir perteneciendo afectiva y efectivamente de la gran familia que han conformado. En esta ocasión, en particular, es sorprendente la generosidad y alegría con que, desde distintos puntos de la región, han querido enviar sus aportes, generalmente restados a las vacaciones, para sostener los gastos de viaje y estadía de quienes se encontraban en dificultades. Como más de uno menciona, casi con las misma palabras, agradecen “esta oportunidad de ejercer la fraternidad a través de la comunión de bienes que nos permite participar concretamente en la construcción de una experiencia que nos ha marcado para toda la vida”.

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