“Despertate, pisá fuerte”

 
El 22 y 23 de septiembre 700 jóvenes invadieron la Mariápolis para experimentar juntos la fraternidad vivida en la Fiesta de los Jóvenes 2012.

El lema de la “Fiesta de los Jóvenes”, que se iría descifrando a lo largo de los dos días de convivencia en nuestra ciudadela Mariápolis Lía, hay que reconocer que contó también con la complicidad de un excepcional clima de primavera, para convertirse en un momento fuerte y gozoso para los 700 participantes llegados de todo el país y de Paraguay. “Venís acá, decís Hola, y ya sos uno más”, trasmitía con entusiasmo en su celular un muchacho recién llegado. De hecho, la acogida de toda esta juventud se venía preparando con esmero desde hacía meses con la expectativa de una cita convenida para soñar juntos y experimentar ya que es posible un mundo unido.

Para los que llegaron el sábado, un programa intenso, no apto para “espectadores”, sino para protagonistas desde el primer momento. Los 70 jóvenes, de 15 nacionalidades, que este año hacen aquí su “experiencia” de vida, fueron mostrando cada rincón, ilustrado con su vida en los trabajos, el estudio, la convivencia. Casas, talleres, capillas, canchas, espacios comunitarios adquirían en sus relatos el sentido de la cultura de la unidad. Pero luego, manos a la obra: murales, graffitis, danzas, teatro, música, tareas varias, todo lo que hacía falta para la fiesta. En fin, un día de trabajo gozoso y compartido, que culminaría por la noche en el anfiteatro con la puesta en común de lo logrado por cada equipo, y baile bajo las estrellas.

Y el domingo la fiesta fue una fiesta, del cuerpo y del espíritu. El lema que dominaba el salón, decorado en tono casi sombrío con hojas de diario y una ciudad gris como telón de fondo, planteaba la incógnita “DPF”, que una coreografía, las canciones y una hilarante comedia en cuentagotas iría descifrando como “Despertate, Pisá Fuerte, un nuevo mundo te espera”. Invitación y desafío, como se comprendía enseguida al trasponer la entrada al “Aeropuerto Mariápolis”, en que se había convertido el gran salón comunitario. Terminaría de dilucidarse cuando en grandes grupos los jóvenes y con vuelos a los cinco “continentes” donde se confrontarían con la soledad, el sin sentido, la miseria, el egoísmo y el desafío y la oportunidad de decidirse, comprometerse, ayudarse. Una vuelta de tuerca, lograda con mínimos recursos y una creatividad y simpatía fuera de lo común, que caló hondo en el corazón de todos y se hizo evidente al volver por la tarde masivamente al “Aeropuerto”. La ciudad gris del fondo aparecía ahora en colores, el empapelado en hojas de diario sustituido por luminosos vitreaux pintados en los talleres, los testimonios de los jóvenes que se sucedían en el escenario mostraban vidas ya cambiadas, las canciones hablaban de “no estar por estar”. Un crescendo que, en el marco del reciente y multitudinario Genfest Internacional en Budapest, trasmitido en video, no podía menos que culminar con las palabras de María Voce, presidenta del Movimiento de lo Focolares, invitando a todos a “no conformarse con pequeñas cosas y apuntar alto, a la fraternidad universal”.

Costó partir. Las despedidas, los saludos, los datos intercambiados, los abrazos, demoraban el despegue hasta que poco a poco los micros pudieron arrancar y comenzar a moverse en todas direcciones. En la Mariápolis ha quedado flotando una sensación de plenitud.